Vayan a presentarse a los sacerdotes” (Lc 17,11-19 – XXIII TO)

Vayan a presentarse a los sacerdotes” (Lc 17,11-19 – XXIII TO)


Si el domingo pasado la invitación era a pedir un aumento de fe, este domingo inciste el evangelio en el conocer el proceso que lleva a la fe. Los diez leprosos del evangelio de hoy, representan al hombre alejado de Dios por su enfermedad (el leproso no puede dar culto a Dios ni participar de la asamblea del pueblo elegido). Por eso van a Dios por la mediación única de Jesús. Los diez segun narra Jesús fueron curados mientras cumplian su orden de ir a presentarse a los sacerdotes, pero sólo uno ha regresado al verse curado. Uno que además era samaritano, que viendose curado decide no quedarse como los otros nueve lejos del dador de tan maravilloso milagro. Decide regresar a Jesús para darle gracias. Éste se dió cuenta que lo operado en él, era un don de Dios, queda curado y acepta ser salvado, ya que en su retorno se expresa su conversión, es decir, no regresa a un simple curador, sino al Cristo Señor y Salvador. Para él su “fe le ha salvado”. Los verbos griegos usados por Lucas, son efectivamente en ascenso temático. Me explico mejor, todos los diez son “purificados”, según el sentido del primer término griego usado, son, por tanto, liberados de la enfermedad y de todas las consecuencias de “impureza” que la enfermedad creaba respecto el culto y a la vida civil en Israel. Pero únicamente el samaritano “es salvado” y el verbo griego sozein es usado aquí para expresar de manera solemne y exultante la liberación plena y todal del mal, sobre toda su antigua condición interior en que éste estaba sumergido. El don recibido le permite al samaritano, dar un paso en el primer día de su vida nueva, abrazando la fe en el que le ha curado, se hace discípulo suyo desde el agradecimiento para nunca más dejarlo. Quiere en ese volver, quedarse con Jesús, como decía santa Catalina de Ciena, porque “sólo Él puede lavar la lepra de nuestras culpas”. Este hombre experimentó una salud hasta lo más profundo de su alma y corazón. Fue tocado hasta donde sólo Dios puede llegar y por eso se vió obligado a regresar. Aquí está en verdad el verdadero y duradero milagro.
Propósito para la semana: tomaré a lo largo de la semana un momento para agradecer a Dios y si se puede al prójimo por esas ayudas que liberan el alma.

Vayan a presentarse a los sacerdotes” (Lc 17,11-19 – XXIII TO)

“¡Señor, ábrenos!” (Lc 13,22-30 – XXI del Tiempo Ordinario)



Caminando juntos bajo el lema del año jubilar: “Peregrinos de esperanza”, nos dejamos iluminar por el Evangelio de hoy, donde se nos da una pregunta para todos los tiempos: “¿Son pocos los que se salven?” Jesús no afirma de que sí o de que no. Con una fulgurante parábola si afirma que la puerta de la salvación, es decir, la puerta que da acceso al banquete del Reino de Dios es estrecha y que mucha gente se agolpa esperando poderla pasar. La lista comienza por los que se sienten en verdad “cristianos”, pero Él asegura “No los conozco, no sé de dónde son”. Entonces parece que a Jesús habría que haberle preguntado más bien ¿Cómo se alcanza la salvación? No es tanto por la participación a la mesa, por haber comido y bebido con Él, o haber escuchado o pronunciado sermones sobre Él, la puerta se abre para los que eligieron una vida de fe y de amor. Ésta parece ser la llave que abre la puerta de su casa y que ha sido evidenciada como estrecha. ¿Qué significa eso de puerta estrecha? Significa el empeño que es necesario para lograr la meta de la salvación. El verbo griego usado por Lucas y traducido como “esfuércense” es muy sugestivo: agonizesthe, que indica una lucha, una especie de “agonía-combate” que supone fatiga y sufrimiento, que involucra todo el ser y no solamente la mente y el corazón. Creer es una actitud seria y radical que no se puede reducir a una simple acción externa o devocional. Es una decisión plena de todo el ser, para querer vivir de Dios y con Dios. Para entrar en el Reino de Dios, hay que pasar la puerta estrecha de las renuncias al amor propio y sus implicaciones, aceptando por el contario un amor por el otro, en donde puedo hallar al propio Jesús. Pero además, nos aseguran las palabras de Jesús, que los lejanos que parecieron no ser invitados, encontrarán por su fe y la práctica de las obras de misericordia el camino que les lleve a la puerta abierta del Reino prometido. La salvación en definitiva no deja de ser un camino estrecho, porque requiere entender con seriedad la Palabra revelada de Jesús, que no distorsiona, sino que más bien clarifica el camino recto hacia la presencia de Dios.

Propósito de la semana: En este mes de la familia haremos lectura de este evangelio con todos los miembros de la familia y luego también leeremos y meditaremos esta reflexión.

Vayan a presentarse a los sacerdotes” (Lc 17,11-19 – XXIII TO)

“Dicen: Va a llover, y así es” (Lc 12,49-57 –XX Ordinario)



El mensaje de este domingo de la Palabra de Dios, se mueve dentro del género literario del simbolismo sacado de la vida real. Todo para ayudarnos a comprender que en el tiempo presente que nos toca vivir, se puede estar atendiendo, como está moda, a Dios y al diablo, al amor y al egoísmo. Surge entonces la pregunta: ¿Qué nos está pasando? Para responder a esta interrogante existencial y espiritual, habrá que atender al llamado de Jesús en el Evangelio de hoy. Ya en la antigüedad existían técnicas para prever el cambio del clima, sobre todo siguiendo el ritmo de los vientos, en efecto el viento del sur presagia calor y las nubes que se condensan en el occidente amenazan con la lluvia. Jesús invita a ver los signos de los tiempos no en el viento, en el cielo o las nubes, hay que verlos en la historia y en a propia cotidianidad. Hay que preocuparse no sólo por el clima atmosférico sino también y sobre todo por el cómo va la vida. Hay que saber juzgar con luz de sabiduría lo que nos está pasando y luego saber optar por el camino justo. Hoy existe la indiferencia para leer correctamente lo que pasa y el deseo de actuar en resonancia con este difícil presente, por lo que Jesús exhorta a sus discípulos que sepan interpretar el tiempo presente. En vez de buscar respuestas en los nubarrones o cielos remotos, el cristiano está invitado a ver los signos de los tiempos que vamos produciendo en estos aconteceres, tal como el propio Jesús nos había dicho: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos” (Lc 6,43). El Reino de Dios está, efectivamente, radicado en el presente, y siguiendo los caminos de Dios en la historia es como llegamos a la plenitud futura. Por eso es peligroso dejar pasar el tiempo sin comprenderlo, profundizarlo, vivirlo intensamente. Dándole respuesta mediocres que no comprometen la vida y postergan la acción de Dios. Aceptar a Dios y profundizar en Él, es el camino justo al que estamos llamados, sin vacilaciones que suscitan las tantas teorías y los muchos nuevos grupos llamados equivocadamente espirituales, que ofrecen ofertas paliativas a la verdaderas aspiraciones del ser humano, y que sólo Cristo, Dios hecho hombre, envidado del Padre nos puede satisfacer plenamente.
Propósito de la semana: Reflexionaré sobre lo veloz que va el tiempo y buscaré formas de aprovecharlo con obras de atención y compañía para personas que nos necesitan.

Vayan a presentarse a los sacerdotes” (Lc 17,11-19 – XXIII TO)

“La finca de un hombre rico dio una gran cosecha…” (Lc 12, 13-21 – XVIII del tiempo ordinario)



La liturgia de la Palabra de este domingo parece estar introducida por el texto de Qohélet al decir: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!” (Qo 1,2) de la primera lectura. Y la parábola que Jesús narra en este domingo encierra el profundo significado precisamente de “la vanidad humana”, que ante Dios y sus designios es más que vacío. En efecto, “vanidad” en hebreo es una especie de superlativo del vocablo habel/hebel, que significa soplo, vapor, humo, aliento, viento, vacío, vanidad, nada. Nuestras preocupaciones humanas contrastan con el proyecto de Dios. Se piensa como el rico de la parábola en buscar reservas “muchos bienes para muchos años”, queriendo así asegurar años futuros de disfrute, placeres y olvido de todas las responsabilidades. Pero,“¿para quién será lo que has acumulado?”, aparece el designio real de muerte, que llega “esta misma noche”, se le dice al rico. Jesús describe sin ningún tapujo o convencionalismo, la realidad de ricos insensatos, que se preocupan de llenar las manos, vaciando el corazón. El rico absorto por sus preocupaciones solo de acumular, olvida reflexionar sobre la triste realidad que le rodea y que sutilmente le envuelve como  lo es la vanidad, preocupado en poseer más y más, olvidando lo que de él pueda pensar Dios, quien todo lo ve y juzga. Y, junto a su vanidad está la hermana de esta la avaricia, por la cual este se hizo rico sin miramiento alguno con tal de ser más y más rico. Su destino irremediablemente: ¡la muerte! Jamás pensó que con su gran cosecha podría ofrecer toda su ayuda a los muchos pobres que seguramente rondaban su finca pidiendo trabajo o ayuda. ¿Será que la riqueza nos hace ciegos? Con esta parábola Jesús quiere quitar la ceguera de los ojos y del corazón. Porque ciego estaba el rico al decir: “me diré: descansa, come, bebe y pásalo bien”, se miraba único árbitro de su vida y destino, olvidando al único Árbitro de la vida que le dice: “Tonto, ¡esta misma noche morirás!”.

PROPÓSITO DE LA SEMANA: Meditaré ¿cómo se puede ser rico a los ojos de Dios? Trataré de compartir algo de mis bienes con algún pobre necesitado. Hay que derrotar la vanidad y la avaricia.

JUBILEO SACERDOTAL.

JUBILEO SACERDOTAL.

ARQUIDIOCESIS DE TEGUCIGALPA.

FIESTA LITURGICA DEL SANTO CURA DE ARS.

 

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.

 

Oficio de lectura

HIMNO

Puerta de Dios en el redil humano

fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino,

glorioso va delante del rebaño,

guiando su marchar por buen camino.

 

Madero de la cruz es su cayado,

su voz es la verdad que a todos llama,

su amor es el del Padre, que le ha dado

Espíritu de Dios, que a todos ama.

 

Pastores del Señor son sus ungidos,

nuevos cristos de Dios, son enviados

a los pueblos del mundo redimidos;

del único Pastor siervos amados.

 

La cruz de su Señor es su cayado,

la voz de la verdad es su llamada,

los pastos de su amor, fecundo prado,

son vida del Señor que nos es dada. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Quien quiera ser el primero que sea el ultimo de todos y el servidor de

todos.

 

 

 

Salmo 20, 2-8. 14

 

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,

¡y cuánto goza con tu victoria!

Le has concedido el deseo de su corazón,

no le has negado lo que pedían sus labios.

 

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,

y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.

Te pidió vida, y se la has concedido,

años que se prolongan sin término.

 

Tu victoria ha engrandecido su fama,

lo has vestido de honor y majestad.

Le concedes bendiciones incesantes,

lo colmas de gozo en tu presencia;

 

porque el rey confía en el Señor,

y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,

y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

 

Ant. Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.

 

Ant. 2. Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

 

 

Salmo 91

I

 

Es bueno dar gracias al Señor

y tocar para tu nombre, oh Altísimo,

proclamar por la mañana tu misericordia

y de noche tu fidelidad,

 

con arpas de diez cuerdas y laúdes,

sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,

y mi júbilo, las obras de tus manos.

 

¡Qué magníficas son tus obras, Señor,

qué profundos tus designios!

El ignorante no los entiende

ni el necio se da cuenta.

 

Aunque germinen como hierba los malvados

y florezcan los malhechores,

serán destruidos para siempre.

Tú, en cambio, Señor,

eres excelso por los siglos.

 

Ant. Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

 

Ant. 3. Empleado bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

 

II

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,

los malhechores serán dispersados;

pero a mí me das la fuerza de un búfalo

y me unges con aceite nuevo.

Mis ojos despreciarán a mis enemigos,

mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera,

se alzará como un cedro del Líbano:

 

plantado en la casa del Señor,

crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto

y estará lozano y frondoso,

para proclamar que el Señor es justo,

que en mi Roca no existe la maldad.

 

Ant. Empleado bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

 

De la primera carta del apóstol san Pedro 5, 1-11

DEBERES DE LOS PRESBÍTEROS Y DE LOS FIELES

 

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto:

Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza

sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor,

recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

 

Asimismo vosotros, jóvenes, sed sumisos a los presbíteros, y sed humildes

unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los

humildes. Inclinaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os

eleve. Descargad en él todas vuestras preocupaciones, porque él se interesa

por vosotros.

 

Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe. Y sabed que la misma clase de padecimientos están sufriendo vuestros hermanos, dispersos por el mundo.

 

Tras un breve padecer, el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá.

 

A él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Responsorio 1 Co 4, 1-2; Pr 20, 6

R. Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de

los misterios de Dios. * Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea

fiel.

V. Muchos hombres se dicen piadosos, pero un hombre fiel, ¿quién lo

encontrará?

R. Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea fiel.

 

De una catequesis de san Juan María Vianney, presbítero, sobre la oración

(A. Monnin, Esprit du Curé d'Ars, París 1899, pp. 87-89)

HERMOSA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE: ORAR Y AMAR

 

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

 

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

 

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

 

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

 

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.

 

Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.

 

Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de ti…", Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.

 

Responsorio 2 Co 4, 17; 1 Co 2, 9

R. Una tribulación pasajera y liviana produce en nosotros * un inmenso e

incalculable tesoro de gloria.

V. Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha

preparado para los que le aman.

R. Un inmenso e incalculable tesoro de gloria.

 

Oración

 

Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, ganar para Cristo a nuestros hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios de la

vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Laudes

HIMNO

Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,

el pueblo entero, madrugando a fiesta,

canta a la gloria de tu sacerdote

himnos sagrados.

 

Con abundancia de sagrado crisma,

la unción profunda de tu Santo Espíritu

lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia

jefe del pueblo.

 

Él fue pastor y forma del rebaño,

luz para el ciego, báculo del pobre,

padre común, presencia providente,

todo de todos.

 

Tú que coronas sus merecimientos,

danos la gracia de imitar su vida

y al fin, sumisos a su magisterio,

danos su gloria. Amén.

 

SALMODIA

Ant. 1. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Salmo 62, 2-9

EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.

 

¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

 

Me saciaré de manjares exquisitos,

y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti,

y tu diestra me sostiene.

 

Ant. 2. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre.

 

Cántico Dn 3, 57-88. 56

TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

 

Alabad al Señor, sus siervos todos (Ap 19, 5).

 

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.

 

Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

 

Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.

 

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.

 

Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.

 

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.

 

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.

 

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.

 

Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.

 

Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

 

Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.

 

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.

 

Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;

bendiga Israel al Señor.

 

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.

 

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

 

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.

 

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

            

Ant. 3. La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo.

 

 

 

 

Salmo 149

ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor

(Hesiquio).

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey.

 

Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes.

 

Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca

y espadas de dos filos en las manos:

 

para tomar venganza de los pueblos

y aplicar el castigo a las naciones,

sujetando a los reyes con argollas,

a los nobles con esposas de hierro.

 

Ejecutar la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.

 

LECTURA BREVE Hb 13, 7-9a

 

Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de

Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el

mismo hoy que ayer, y para siempre. No os dejéis extraviar por doctrinas

llamativas y extrañas.

 

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

V. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor.

R. He colocado centinelas.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros.

 

Benedictus Lucas 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

PRECES

 

Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y

supliquémosle diciendo:

 

Apacienta a tu pueblo, Señor.

 

Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores has revelado tu misericordia y

tu amor,

 

— haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único

pastor de tu pueblo,

 

— no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de

los cuerpos y de las almas,

 

— haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las

sendas de una vida santa.

Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el

amor de los santos,

 

— haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

 

 

Oración

 

Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, ganar para Cristo a nuestros hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.