El segundo tema de este Mes de la Biblia, luego de haber meditado el tema del “Escucha Israel”, va referido a su sentido de que escuchar es como alimentarse, comer algo que llega a ser dulce como la miel y no se olvida. De aquí que les proponemos el siguiente texto profético:
“Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy. Lo comí y me supo dulce como la miel” (Ez 3,1-4).
En septiembre igual para el Israel de la Biblia, una mañana se levanta la voz del sacerdote que comienza el culto con una bendición al “Señor Dios grande”, mientras todos se postran en adoración. La Palabra de Dios resuena en una solemne catequesis comunitaria. Tres podemos decir son los verbos fundamentales que sostienen esta y toda proclamación de la Palabra. Ante todo ha que “leer” la Biblia, pero no de cualquier manera: en efecto, se habla de una lectura “a distintos tiempos”. Es necesaria, pues, una cierta programación, una didáctica, ojalá también una selección inicial (como estamos haciendo ahora). El segundo verbo es el de la “explicación del sentido”. Un antiguo aforismo afirmaba que “toda palabra de la Biblia tiene setenta rostros”. El maestro en la fe debe descubrir estos rostros, debe inspeccionar el texto en todos sus matices: el término técnico para indicar el estudio de la Biblia es “exégesis” que en griego significa “sacar afuera” todos los tesoros, toda la fuerza, toda la espiritualidad de la página bíblica.
El tercer acto en la lectura de la Biblia es el “comprender”: el original hebreo de nuestro texto usa aquí un término sapiencial que indica la comprensión sabrosa, intensa, alimentada por la inteligencia y el corazón. En efecto, la Palabra de Dios no es una fría piedra preciosa sellada en un cofre, sino que es una realidad viva que debe empapar la existencia árida como la lluvia fecunda hasta el desierto (Is 55,10-11). De este triple proceso que involucra el oído y el corazón brotan dos actitudes aparentemente antitéticas, pero en realidad complementarias. Por una parte, afloran a los ojos las lágrimas de la conversión: “Todo el pueblo lloraba mientras escuchaba las palabras de la ley”. Es el signo vivo del arrepentimiento, el corazón está invadido por el remordimiento el pasado con su carga de pecados se presenta a la conciencia con su peso.
Un cuarto elemento que es la celebración. Otro gran guía de la nueva comunidad post-destierro, el gobernador Nehemías, la última Palabra de Dios nunca es la del juicio y castigo, sino la de la promesa del perdón y salvación. Y entonces los labios deben abrirse a la sonrisa, las casas deben llenarse de cantos de alegría y de banquetes festivos. De la aflicción a la fiesta, del ayuno al banquete solemne con “carnes gordas y vinos dulces”, símbolo de aquél banquete mesiánico que en Sión marcará el fin de todo llanto y de la última muerte, como había profetizado Isaías (25,6-9).
Todo esto nos introduce a leer el texto propuesto Ez 3,1-4, texto de alto sentido vocacional, que después de leído personal o comunitariamente invita a pensar su sentido como se hacía en Israel. Para luego habiendo comprendido ahondar en lo que nos dice para el hoy de nuestra vida. Sólo así se hará dulce como la miel, tan aditiva que nos permitirá sentir el gusto de por la Palabra de Dios. Un antiguo dicho judío advertía: “Gira y vuelva a girar la Palabra de Dios porque en ella hay todo. Contémplala, envejece y consúmate en ella. No te alejes de ella porque no hay para ti suerte mejor”.
Por último no olvides al inicio hacer un buen tiempo de invocación al Espíritu Santo, antes de leer y re-leer el texto que te proponemos. El Espíritu nos hace, pues, comprender todas las dimensione, nos hace descubrir toda la fuerza y la eficacia de la Palabra de Dios. El mes de la Biblia que tenemos por delante se extiendan para todos como un único camino y llamado para recorrerlo personal y comunitariamente, atendiendo la invitación de este mes: “¡Escucha!”. En él podemos redescubrir la pureza de este mensaje divino, liberándolo de todos los arreglos, las ignorancias, las sustituciones, excreencias habituales y mágicas, que la hacen un palabra más en un mundo lleno de discursos. Sólo te pedimos que hagas de este testo tu personal experiencia y luego llames a otros a compartirlo contigo. Recuerda es ¡La Palabra de Dios!
Preguntas para la meditación personal y diálogo comunitario
¿Qué relación existe entre escuchar la Palabra de Dios y la invitación al profeta de comerla?
¿Tiene sabor la Palabra de Dios y a qué te sabe?
¿Tienes o has encontrado el gusto por la Palabra de Dios?
Finalmente: ¿Qué te diría el Señor a ti hoy sobre el tema de la Palabra de Dios?
Bitácora de grandes Lectionautas
“El conocimiento sabroso de Dios requiere silencio y secreto” (Guillermo de Saint-Thierry)
“Estén contentos de cuanto pueden comprender y traten de ponerlo en práctica; ¡Entonces, lo que había quedado escondido se les revelará en su espíritu” (San Macario de Jerusalén).
Frase del Papa Francisco
“La Palabra de Dios despliega la potencia del Espíritu Santo. Es una fuerza que atrae hacia Dios, como les sucedió a los jóvenes pescadores que quedaron impresionados por las palabras de Jesús”.