Mes de la Biblia – Septiembre 2024
“Escucha Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5).
Querido hermano y hermana, el tema de la primera semana del mes de la Biblia, recoge el maravilloso texto del Deuteronomio, centro de la espiritualidad del Israel que parece ya ha salido de Egipto y se prepara a tomar posesión de la Tierra Prometida una vez atravesado el largo desierto.
El texto efectivamente es una referencia a la práctica que se tenia en Israel ya asentado en la tierra por parte de juristas, sabios y doctores de la Ley, que habiendo sacado de la misma Escritura el catálogo de 613 preceptos, sobre cuya jerarquía de valor y de importancia discutían a menudo entre los círculos profesionales de entre ellos de manera áspera y a menudo pedante, concluyen repitiendo estos versículos del Deuteronomio, como el compendio síntesis de todos los preceptos.
Dando un salto al Evangelio de Mateo (22,34-40), vemos como Jesús ante la pregunta del doctor de la Ley, a primera vista quería seguir esta orientación ofreciendo su hipótesis de solución no sólo con este precepto, sino también agregándole el de Levítico 19,18: “¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!”. Convirtiéndolos en preceptos primarios en toda la lista de mandamientos de la Ley.
Con una actitud de amor todos los mandamientos, hasta los más pequeños, se vuelven importantes porque son expresión de un amor permanente y total. Es lo que sucede, por ejemplo, en el amor de una madre: su amor materno es como una luz de fondo que se refleja sobre todos sus gestos, sea sobre el acto heroico o sobre el modesto, como la preparación por la mañana de un desayuno o de un vestido.
Esta alma del estilo de vida cristiano queda determinado a través de un atrevido acercamiento de dos amores que son colocados en una perfecta posición de igualdad: “el segundo es semejante”, es decir, es importante como el primero. Para Cristo, la dimensión vertical (amor a Dios) y la horizontal (amor al hermano) son inseparables, se entrecruzan y se verifican recíprocamente y construyen el “ser cristiano” total y genuino. El ser humano encuentra en el amor su unidad porque todo su ser está involucrado: “corazón”, es decir, la conciencia, “alma”, esto es, el ser vital físico e interior, pensamiento y acción, el “como a ti mismo”.
Ahora bien, precede al mandamiento el llamado en imperativo, que se le hace a la comunidad israelita: “¡Shemá Israel!”, es decir: “¡Escucha Israel!”. La revelación bíblica es esencialmente palabra de Dios al hombre. He aquí por qué, al paso que en los misterios griegos y la gnosis oriental la relación del hombre con Dios está fundada ante todo en la visión, según la Biblia “la fe nace de la audición” (Rm 10,17).
Todos debemos de escuchar a Dios. “¡Escucha!” grita el profeta con la autoridad de Dios (Am 3,1, Jer 7,2). “¡Escucha!”, repite el sabio en nombre de su experiencia y de su observancia de la Ley (Prov 1,8). “¡Escucha Israel!”, repite cada día el piadoso israelita para penetrarse de la voluntad de Dios. “¡Escucha!”, repite a su vez el mismo Jesús, Palabra de Dios (Mc 4,3.9).
Pero no olvidemos que, según el sentido hebraico de la palabra verdad, escuchar, acoger la palabra de Dios no es sólo prestarle un oído atento, sino abrirle el corazón (Hch 16,14), ponerla en práctica (Mt 16,14), en conclusión es obedecer. Tal es la obediencia de la fe que requiere la predicación oída (Rm 1,5; 10,14 ss.).
Preguntas para el diálogo:
- ¿Cuál es mi habitual manera de escuchar la Palabra de Dios?
- ¿Entiendo bien el significado bíblico de “Escuchar”?
- ¿Qué me impide una renovada manera de escuchar la Palabra de Dios?
- ¿En el proceso Sinodal, atiendo con gusto y ya práctico el sentido de “escucha”?
Bitácora de grandes Lectionautas:
“Quien quiere estar siempre unido a Dios debe leer frecuentemente y escuchar con deseo las Sagradas Escrituras, porque todo progreso viene de la lectura y la meditación. Lo que no sabemos lo aprendemos de la lectura y lo que hemos aprendido lo conservamos con la meditación” (Isidoro de Sevilla).
Frase de Papa Francisco:
“La escucha corresponde al estilo humilde de Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre a su
imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor. Dios ama al hombre: por eso le dirige la Palabra, por eso “inclina el oído” para escucharlo”.
La Lectio Divina
Introducción: La Lectio Divina es una manera de acercarse a la Palabra de Dios para que el Señor ilumine la inteligencia, haga descubrir su mensaje en su Palabra, convierta los corazones y permita dirigirse a Él formulando una oración. Para ello se siguen cinco sencillos pasos: leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Oración
Ven Espíritu Santo, a cada uno de nosotros,
que deseamos descubrir el mensaje de nuestro Padre Dios,
en este momento en que nos habla por su Palabra escrita.
Ven Espíritu Santo,
ayúdanos a descubrir los planes del Padre,
en nuestras vidas
para responder como María.
Ven Espíritu Santo,
ilumínanos con tu luz,
para vivir la alegría de tu Evangelio
en una Iglesia que está en salida y es sinodal,
Haciendo así la voluntad de Dios.
Amén.
La Canción Tema será la del año pasado.